El autor realiza un análisis íntimo e introspectivo sobre su experiencia vital personal como miembro de una familia de la casta privilegiada del franquismo, ya que su padre fue gobernador civil en la postguerra de Tenerife y de Segovia y acabó siendo notario del pueblo sevillano de Cazalla de la Sierra.
Bartolomé Clavero arremete contra el negacionismo y la contramemoria de la casta franquista, contra los profesores fascistas de la Universidad de Sevilla donde se educó, contra los alcaldes corruptos que se enriquecieron, contra los curas golpistas provocadores sin olvidar a algunos pederastas, contra los chaqueteros pseudodemócratas y contra alguno de sus hermanos al que pone como ejemplo de "desmemoria histórica". Y lo dice abiertamente, con nombres y apellidos, en lo que él mismo considera un "descargo de conciencia".
"¿Ha de respetarse, por presunción irrefutable de inocencia, a quienes seguimos patrimonialmente beneficiándonos de aquella sangre y de aquel dolor?".
Clavero se hace esa pregunta en el libro y anota una reflexión: "Hablo desde las perspectiva de los descendientes de vencedores, de quienes tenemos contraídas responsabilidades aunque no tengamos personalmente responsabilidad. Las hemos heredado con el patrimonio".
Alineado de manera radical con la recuperación de la memoria histórica, Clavero reconoce que entre la mayor parte de su amplia familia numerosa no ha sentado nada bien la publicación de su libro, especialmente a su hermano Javier -"ejemplo de desmemoria y negacionismo"- pese a que en los años 90 este llegara a ser director general en uno de los Gobiernos de Felipe González. Uno de los privilegios inherentes a la cuna franquista era ser alumno de pago del colegio sevillano de Portacoeli: "Los Jesuitas parecían menos fascistas, pero el ambiente franquista era palpable. Allí vi al primer cura que se presentó voluntario a Queipo para confesar a los condenados después de que otra orden religiosa se retirara al constatar en las confesiones que la gente no entendía por qué los iban a fusilar y vi cómo un cura notoriamente pederasta no era expulsado, sino destinado a trabajar con los alumnos gratuitos".
Pese a que en ningún caso la Ley de Memoria Histórica prevé resarcimiento económico para las víctimas, Bartolomé Clavero, como jurista, tiene claro que es un tema abierto y desarrolla su argumento:
"Es una perversión entender que el Estado es responsable de todo, aunque tenga una responsabilidad tremenda por ser sucesor del franquista. Si al Estado actual lo hacemos responsable de todo, resulta que las propias víctimas tienen que pagar las reparaciones que ellas mismas merecen, porque si el Estado paga, lo hace a través de los impuestos de la ciudadanía. Al final serían las víctimas las que se estarían pagando la reparación, si algún día se llegase a reparar todo lo que fue el inmenso latrocinio de la dictadura franquista". Y añade sin limitarse a la responsabilidad pública: "Alemania es un ejemplo donde empresas privadas que colaboraron con Hitler tuvieron que indemnizar a las víctimas del nazismo" (Diario Público 29-6-2013).
Conclusión: los hijos y nietos de los fascistas son responsables, por eso saltan cada vez que hablamos de las víctimas del fascismo español (tomad ejemplo de las intervenciones en esta página, con eso basta).
La fotografías (fusilamientos masivos) (y el asesinato de mi tío-abuelo Herminio García, de Soto, por falangistas de Santana).