Socialmente se producía el
mayor reproche y la persecución de la mujer como si hubiera cometido un crimen.
Los abortos se producían en la soledad más absoluta o con la ayuda de otra
mujer “experta” en proporcionar los brebajes más tóxicos y mortíferos para la
mujer, que la llevaban en no pocas ocasiones al Hospital y a la muerte. Desde la
aguja de hacer punto al uso del perejil, la mostaza, el aguardiente alemán
tomado en ayunas, así como las aspirinas y café igualmente tomado en ayunas,
movimientos semejantes a los que se hacen cuando se cose a máquina, o el uso
del parásito del centeno (el cornezuelo) como oxitocina sintética que produce
las contracciones del parto.
La mortalidad de las mujeres
que decidían abortar era muy alta, pues las condiciones higiénico-sanitarias no
existían. El “pecado” se pagaba con la vida, y así lo proclamaban curas y
beatas del nacionalcatolicismo. Hay que decir que en estas condiciones
abortaban las mujeres de la clase obrera. No pocas morían desangradas en manos
de “una carnicera” que se presentaba como la solución.
Las mujeres preñadas de las clases “pudientes”
–las ricas- también abortaban, pero para eso tenían a los médicos de “de la
familia” que practicaban el aborto con todas las garantías sanitarias y en el
mayor de los secretos. “No se enteraba ni el cura”.
Una vez que la mujer sin
recursos era sorprendida con una hemorragia sospechosa era encarcelada y
sometida a cuarentena, hasta que un médico forense certificaba que la misma era
un aborto provocado o natural, o nada.
Si tenía la desgracia de caer
en manos de los represores franquistas se le aplicaba la Ley de Protección de
la Natalidad de 1941 (copia de la legislación fascista italiana), considerando
el aborto como una “atentado contra la Patria” y el Código Penal de 1944 (arts.
del 411 al 417) que podían condenarla hasta con 6 años de prisión.
Escribimos esto en 2013 cuando
es Ministro de Justicia el católico y reaccionario Ruiz-Gallardón quien
pretende devolver a la clandestinidad la interrupción voluntaria del embarazo: “No
entiendo que se desproteja al concebido, permitiendo el aborto, por el hecho de
que tenga algún tipo de malformación o minusvalía. Me parece éticamente
inconcebible. Creo que el mismo
nivel de protección que se da a un concebido sin ningún tipo de malformación
debe darse a aquel que se constate que carece de algunas de las capacidades que
tienen el resto de los concebidos”.
Lo
que es inconcebible es que volvamos a ver mujeres en prisión como es el caso de
la mujer que se muestra en este documento del año 1945. No debe extrañar que
los titulares de la prensa sobre este indeseable diga abiertamente: El anuncio del
aborto de Gallardón resucita el fantasma del "franquismo". Debe de suponerse que volverán abrirse las consultas
privadas del Barrio de Salamanca en Madrid, o en la hipócrita Vetusta, donde abortaban
las mujeres de la clase dominante, defensores –eso sí- del más rancio
catolicismo que “asegure la continuidad de la raza”.
Quisiera esplicarles a estas personas que defienden el franquismo y el Nacional Catolicismo que mientras se castigaba y encarcelaba a las mujeres por abortar se asesinava a mujeres embarazadas de más de 8 meses,yo me pregunto para que querián que nacieran estas criaturas, para asesinarlas ellos despues o simlpemente para tener un ejercito de eslavos.
ResponderEliminarEl que mataran a mujeres embarazadas de más de 8 meses nadie me lo puede rebatir, mi abuela fue asesinada en Vindoría estando embarazada de 8 meses.
a ver cuando se entera el fascista de turno que este no es el sitio donde tiene que dar la brasa
ResponderEliminar¡Que borren inmediatamente el tercer comentario!
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